Ya es nueve aquí, en Uruguay, nueve de octubre digo, sin embargo, es ocho allí en Bs. As. O al revés.
Hora compleja entonces, la última de aquí pero la primera de allá. Final y comienzo cerquita, circular, pero no.
Circular nos vendría bien, nos haría mas filósofos, lo circular, el eterno retorno, Heráclito y la esfera. Insistimos en que no. Está el río.
Y el río nos pone allá y aquí. Y además se hace umbral, umbral nada metafórico, como ese que hay en casa, que esta un poquito arriba de la vereda. Umbral de tiempo. Una hora abajo, o arriba.
Allá y acá.
Deícticos
Deícticos _fácilmente metafóricos_ acerca de la arbitrariedad temporal, esa construcción que armamos para que las cosas no sucedan simultáneamente sin ir más lejos. Sin embargo, también para que lo que sucede al mismo tiempo, como este programa, y en él, estos sonidos que enderezan palabras, salga en dos marcas de tiempo distintas.
Lo dicho: la primera hora en Uruguay, la última en Buenos aires.
Tiempo
La música esta hecha de tiempo. El lenguaje, vamos, se desarrolla en el tiempo; en el espacio temporal, es impensado un decir simultaneo, una especie de tartamudeo monstruoso en un solo tono uniforme y en el mismo grito. Lo mismo diera una respuesta monosilábica que recitarse La Guerra y la Paz. Tal vez el segundo implicase un grito más grave, pero el mismo tempo.
El mismo tiempo
El mismo río, distintas horas, distintas orejas.
Los oídos uruguayos sabrán primero de estos amagues, de estos balbuceos del comienzo, precisamente cuando los oídos argentinos estén, hartos seguramente, escuchando los finales de Efectos.
Efectos; jazz, bolsa de valores, devaluaciones, actualidades. Y el río, en medio, y un mismo tiempo que nos contiene, más allá de los umbrales y las fáciles metáforas.
El mismo tiempo
El mismo río, distintas horas, distintas orejas.
Los oídos uruguayos sabrán primero de estos amagues, de estos balbuceos del comienzo, precisamente cuando los oídos argentinos estén, hartos seguramente, escuchando los finales de Efectos.
Efectos; jazz, bolsa de valores, devaluaciones, actualidades. Y el río, en medio, y un mismo tiempo que nos contiene, más allá de los umbrales y las fáciles metáforas.
El río no es el limite, o sí, lo es, pero en un sentido nuestro, como el personaje de Borges en aquél banco de plaza en Ginebra, lejísimo, silbando un estilo criollo (La tapera de Elías Regules) a quien se le pregunta _UD. Es oriental o argentino?
Borges nos sugiere una territorialidad mas profunda incluso que la de un umbral de tiempo, y la cercanía de las orillas de un río: la cercanía que da la imagen acústica cultural. La cercanía cultural mas allá de rivalidades, y mas allá de De angeli de por medio.
Probablemente hoy mas bien globalizados tienda a dispersarse la escena, sin embargo, allá, lejísimo, ante algún comentario en alguna plaza, uno pueda consultar: de Argentina o de la república oriental?
Probablemente hoy mas bien globalizados tienda a dispersarse la escena, sin embargo, allá, lejísimo, ante algún comentario en alguna plaza, uno pueda consultar: de Argentina o de la república oriental?
Tal vez, quién sabe. Pero el río.
Y la hora.
Y los tonos.
Y los límites.
Límites que no hacen sino darnos mas fuerza en identidad; no somos lo mismo, somos dos barrios vecinos, y el límite nos identifica. Sin el río, sin el límite, si no fuésemos dos barrios, sin limitar: seriamos nada. Esto sería, o Argentina, o Uruguay, en cualquier orilla.
Y aquí estamos en La voz Sudamericana, directamente hacia la Republica Oriental, y para Buenos Aires, Argentina, ahora mismo a las 23.07 o mas bien a las 24.07, según el umbral.
Y aquí estamos en La voz Sudamericana, directamente hacia la Republica Oriental, y para Buenos Aires, Argentina, ahora mismo a las 23.07 o mas bien a las 24.07, según el umbral.
Y otra vez allá y acá.
Deícticos, chistes económicos, filósofos en camiseta diría Dolina, empecemos de una vez, buenas noches, bienvenidos.
DL