Interrogar nuevamente los postulados y las familiaridades admitidas es una especie de premisa que quizá, nunca tengo del todo claro de que libro ni cuándo, ha sido extraída de Foucault, un autor.
Hay especialistas, gente que estudia y conoce perfectamente escritores, filósofos, y obras y se abocan a continuarla y divulgarlas; habría que ver si esos autores le han dicho algo al oído a estos estudiosos que les dedican tanto tiempo.
Y hay, también, quienes no recordamos con exactitud, ni somos tan arduos conocedores, a menos, que nos valgamos del artilugio de la cita con comillas, cita de machete; no nos pidan hojas enteras y magníficos párrafos con precisión, no. Más bien nos acordamos de un detalle, de unas líneas; de una simpatía, de una amistad, de un amor.
Relaciones moleculares del cerebro que nacen de entre las líneas de un libro, entre los silencios de una música, en los entretelones de una obra, en una voz, de lo molecular, diría Deleuze, que hay de nosotros en la obra, en el libro, en la música.
No estamos aquí discurriendo en cuanto al tema del autor, su existencia y su función, estamos lejos de la textualidad, estamos proponiendo una especie de amor.
A mí, hay autores, músicos, filósofos, escritores que me hablaron al oído; a quienes he conocido de un modo misterioso, de ultra mundo.
Tipos con quienes he sostenido largas conversaciones, por años, y quienes me han contradicho, y hasta quienes me han retirado la palabra.
Sí, hay quienes ya no me hablan, ya no me dicen nada.
A otros no les recuerdo la voz, sé que hablaron, pero no se cómo.
Tengo, por cierto, otros a los que no puedo acallar, vociferan, lo que dicen, ya no tiene sentido ni gracia para este que soy ahora, pero su voz sigue sonando.
Podría seguir con el catalogo, pero no es el objeto, creo, que persigo hoy. Veremos.
Hay algo dentro de los libros, dentro de ciertas voces y de ciertas músicas, que nos conversan, que nos pertenecen de tal modo que nos encontramos allí dentro.
Hasta con lo que no sabíamos de nosotros, nos lo encontramos allí dentro, en esos libros, en esas músicas, en esa Voz.
Y sí, es inquietante.
Nunca le pasó?
Creo que nada parece más triste en los muchachos con la vaca atada, es decir, de aquellos a quienes les da el cuero, y la inteligencia, y las condiciones de posibilidad, nada es más triste que envejezcan sin haber encontrado los libros para amar, los libros que uno ama.
Creo que es también Deleuze quien decía que puede uno observar cierto intelectual amargo, amargado, aquél que se venga de los autores por no haber sabido encontrar a aquellos que amaba, por no haber podido encontrar que esa voz le hable a él, y ese aire de superioridad que tienen, hasta en el tono, les vino a fuerza de ser tontamente sordos a esa voz, a esa molécula de sí, que está en las líneas de los autores que amamos.
Borges decía algo así como que el hecho artístico, la lectura, la aparición de esa voz a la cual intento referirme, se da en el encuentro del autor y el lector, en el encuentro de uno dispuesto a leer, y el libro indicado, no antes ni después, y en independencia, naturalmente, de cualquier temporalidad.
Un libro nos espera
A decir verdad, y volviendo a los autores, podemos extendernos y decir que en última instancia hay que tener relación solamente con lo que se ama.
Amar
Parece natural, transparente, pero, quién sabe, no?
Tal vez hay que aprender
Es probable que a amar también se aprenda
_escucho ahora lejos, la voz de Nietzsche_
También escuchar música requiere de un proceso, se aprende.
Esta clarito que es un proceso y que se avanza.
Se aprende a oír, a distinguir una figura y un motivo, aislarla y delimitarla, como a una vida por sí misma; luego se requiere esfuerzo y buena voluntad para tolerarla a pesar de su extrañeza, paciencia frente a su mirada y expresión, practicar la generosidad frente a lo sorprendente que hay en ella...finalmente, de vuelta en la música , sin embargo es fácil extrapolar aquí, llega un instante en que estamos habituados a ella, y presentimos lejanamente que nos haría falta si faltase....
y luego ejerce más y más su hechizo y no para hasta que nos hemos convertido en su humilde y arrobado AMANTE....
Y uno la ama.
Hay autores que nos hablan y los amamos; hay músicas que nos enseñan un lenguaje nuevo, y las amamos; hay cantores que nos cantan a nosotros, y los amamos.
Tal vez sea precisamente así como amamos a todas las cosas que amamos, aprendiendo.
Aprendemos a amar
Pareciera ser que seremos recompensados por nuestra buena voluntad, nuestra paciencia, nuestra equidad, nuestra dulzura frente a lo extraño, y más cuando lo extraño se despoja lentamente de su velo y se muestra como una nueva e indecible belleza, tal vez sea solo en agradecimiento por nuestra hospitalidad generosa.
También aquellas voces que nos hablan de esos autores a los que a veces comprendemos a veces no, hasta que aprendemos, comienza en un balbuceo monocorde, sucio, un susurro.
Hasta que se convierte en voz.
Como en el caso del amor, el pedestre el necesario, al que nos arrimamos, cuando alguien, paciente, nos lo enseña.
_Puedo escuchar el murmullo de Bárbara, convirtiéndose en voz con Géronimo_
También el amor se aprende, es preciso, en última instancia, tener relación solamente con lo que amamos.
Simplemente me canta, ahora, el tipo al oído: si no hay amor, no vas a regatear.
Bienvenidos
DL
Hay especialistas, gente que estudia y conoce perfectamente escritores, filósofos, y obras y se abocan a continuarla y divulgarlas; habría que ver si esos autores le han dicho algo al oído a estos estudiosos que les dedican tanto tiempo.
Y hay, también, quienes no recordamos con exactitud, ni somos tan arduos conocedores, a menos, que nos valgamos del artilugio de la cita con comillas, cita de machete; no nos pidan hojas enteras y magníficos párrafos con precisión, no. Más bien nos acordamos de un detalle, de unas líneas; de una simpatía, de una amistad, de un amor.
Relaciones moleculares del cerebro que nacen de entre las líneas de un libro, entre los silencios de una música, en los entretelones de una obra, en una voz, de lo molecular, diría Deleuze, que hay de nosotros en la obra, en el libro, en la música.
No estamos aquí discurriendo en cuanto al tema del autor, su existencia y su función, estamos lejos de la textualidad, estamos proponiendo una especie de amor.
A mí, hay autores, músicos, filósofos, escritores que me hablaron al oído; a quienes he conocido de un modo misterioso, de ultra mundo.
Tipos con quienes he sostenido largas conversaciones, por años, y quienes me han contradicho, y hasta quienes me han retirado la palabra.
Sí, hay quienes ya no me hablan, ya no me dicen nada.
A otros no les recuerdo la voz, sé que hablaron, pero no se cómo.
Tengo, por cierto, otros a los que no puedo acallar, vociferan, lo que dicen, ya no tiene sentido ni gracia para este que soy ahora, pero su voz sigue sonando.
Podría seguir con el catalogo, pero no es el objeto, creo, que persigo hoy. Veremos.
Hay algo dentro de los libros, dentro de ciertas voces y de ciertas músicas, que nos conversan, que nos pertenecen de tal modo que nos encontramos allí dentro.
Hasta con lo que no sabíamos de nosotros, nos lo encontramos allí dentro, en esos libros, en esas músicas, en esa Voz.
Y sí, es inquietante.
Nunca le pasó?
Creo que nada parece más triste en los muchachos con la vaca atada, es decir, de aquellos a quienes les da el cuero, y la inteligencia, y las condiciones de posibilidad, nada es más triste que envejezcan sin haber encontrado los libros para amar, los libros que uno ama.
Creo que es también Deleuze quien decía que puede uno observar cierto intelectual amargo, amargado, aquél que se venga de los autores por no haber sabido encontrar a aquellos que amaba, por no haber podido encontrar que esa voz le hable a él, y ese aire de superioridad que tienen, hasta en el tono, les vino a fuerza de ser tontamente sordos a esa voz, a esa molécula de sí, que está en las líneas de los autores que amamos.
Borges decía algo así como que el hecho artístico, la lectura, la aparición de esa voz a la cual intento referirme, se da en el encuentro del autor y el lector, en el encuentro de uno dispuesto a leer, y el libro indicado, no antes ni después, y en independencia, naturalmente, de cualquier temporalidad.
Un libro nos espera
A decir verdad, y volviendo a los autores, podemos extendernos y decir que en última instancia hay que tener relación solamente con lo que se ama.
Amar
Parece natural, transparente, pero, quién sabe, no?
Tal vez hay que aprender
Es probable que a amar también se aprenda
_escucho ahora lejos, la voz de Nietzsche_
También escuchar música requiere de un proceso, se aprende.
Esta clarito que es un proceso y que se avanza.
Se aprende a oír, a distinguir una figura y un motivo, aislarla y delimitarla, como a una vida por sí misma; luego se requiere esfuerzo y buena voluntad para tolerarla a pesar de su extrañeza, paciencia frente a su mirada y expresión, practicar la generosidad frente a lo sorprendente que hay en ella...finalmente, de vuelta en la música , sin embargo es fácil extrapolar aquí, llega un instante en que estamos habituados a ella, y presentimos lejanamente que nos haría falta si faltase....
y luego ejerce más y más su hechizo y no para hasta que nos hemos convertido en su humilde y arrobado AMANTE....
Y uno la ama.
Hay autores que nos hablan y los amamos; hay músicas que nos enseñan un lenguaje nuevo, y las amamos; hay cantores que nos cantan a nosotros, y los amamos.
Tal vez sea precisamente así como amamos a todas las cosas que amamos, aprendiendo.
Aprendemos a amar
Pareciera ser que seremos recompensados por nuestra buena voluntad, nuestra paciencia, nuestra equidad, nuestra dulzura frente a lo extraño, y más cuando lo extraño se despoja lentamente de su velo y se muestra como una nueva e indecible belleza, tal vez sea solo en agradecimiento por nuestra hospitalidad generosa.
También aquellas voces que nos hablan de esos autores a los que a veces comprendemos a veces no, hasta que aprendemos, comienza en un balbuceo monocorde, sucio, un susurro.
Hasta que se convierte en voz.
Como en el caso del amor, el pedestre el necesario, al que nos arrimamos, cuando alguien, paciente, nos lo enseña.
_Puedo escuchar el murmullo de Bárbara, convirtiéndose en voz con Géronimo_
También el amor se aprende, es preciso, en última instancia, tener relación solamente con lo que amamos.
Simplemente me canta, ahora, el tipo al oído: si no hay amor, no vas a regatear.
Bienvenidos
DL