24.6.09

Apariencias


Apariencias, engaños, truchadas; puesta en escena, pero, o también, ficción.

_Tal escalera en el palacio tal de Bombay no existe Borges, discúlpeme no existe, y no sabe cuánto me desagradó descubrir esa mentira..... _

Borges la cita, solamente para agregarle “mentiras, qué manera enfática de llamar a la ficción.....
Inclusive podemos suponer que aquel encuentro con aquel señor y aquella referencia, también sean mentira, en el sentido enfático, el de quién desprecia lo trucho.

Inexactitud tal vez, tal vez muchas de esas cosas a las que llamamos verdades, pura convención! solamente sean caprichos.
Varias verdades inexactas, sesgadas, embellecidas tal vez por un recuerdo, en este caso la escalera, que quedó grabada por allí, en algún lugar del olvido, y a la hora de contar algo que importe sea agregada a un palacio otro.....inexacto, tal vez.

Pero tanto como para que sea mentira?

Dos verdades, extrapoladas, dan una mentira, sin embargo, según en que contexto.
Siempre será el contexto el que deslinde.

En un discurso con pretensiones de objetividad, o en uno en el cual, el lugar de circulación del mismo y los sujetos que lo hacen circular, y consumen, le otorgan esa calidad, o lo invisten de verdad, en el sentido de:_ esto que se dice aquí es cierto_ , e incluso, más aun, se refieren directamente al yo lo he visto señor! como prueba necesaria y suficiente y absolutamente falsable en esa memoria de hiero....sin estrías, lisa, pura, sin escaleras desubicadas.

Pero hay ficción.

Huyamos rápidamente de los Hombres sensibles de mataderos, flores o dónde sea, y también y al mismo tiempo de los refutadotes de leyenda, más bien de barrios al norte de la ciudad, esto es, corrámonos del negro Dolina, para él, solo alabanzas y pleitesías. Sin doctrina, pura admiración.

Pero, salgamos rápidamente de esa dicotomía.

Hay ficción muy claramente en un relato, en lo investido de literario, hay allí, sí, una suspensión de la incredulidad en pos de encontrar algún placer estético, intelectual y hasta erótico.

Allí estamos inmersos quienes entramos en una perpetua admisión de idas y vueltas entre lo verdadero y lo imaginativo o fantástico, no necesariamente con exclusividad en lo literario.

Entonces, bien, hay ficción si los cancerberos de la Verdad te lo permiten_ allí sí_, nos dicen, y hay una cancha dibujada institucionalmente por los suplementos de cultura, y la academia, y otro tipo de prejuicios.

O no nos dice nadie nada, simplemente existe esa cancha.

Pero hay ámbitos, también históricos, institucionales, cambiantes pues, en los que algo que allí se diga se inviste de Verdad, el periódico, algunos programas de televisión y algunos libros.


No haremos aquí, hoy al menos, una historia de las marcaciones de canchas ni de cuales son los ordenes de los discursos.

Simplemente rodeamos el tema, ligeritos, inexactos, para arribar a una zona mestiza, de mezcla, impura....

Nos gusta lo mezcladito, el mestizaje.

Una zona bien porosa, de mucho intercambio, es el ensayo.

Hay ficción en un ensayo?

Hay verdad en un ensayo?

Tal vez esa escalera ausente formaba parte de un ensayo, y no de un cuento, entonces, es una mentira? O sigue siendo una ficción?

Y toda esta voltereta nos trae, nuevamente, a nuestra trama preferida, el lenguaje.

Hay lenguaje, hay estrías, hay ficción.

Y Hay mentiras! Naturalmente, pero esas no tienen que ver con lenguajes, si no, mas bien, con los sujetos que sostienen a los lenguajes, quienes sostienen a los discursos.

Pero, en el periódico, en el Clarín por ejemplo, se puede separar de alguna manera una inexactitud, una ficción; de la mala fe, de la mentira intencionada?

Podríamos hacerlo?

En un libro de historia, que circula entre los lectores de historia (cuánto mas serios peor!!!!!!) como verdades con mayúsculas o bien como la búsqueda de aquellas, sería sospechable hablar cómodamente de las ficciones.... inclusive sería dificultoso nada más que con argucias teóricas, o con paradojas en el nivel interno al lenguaje y su modo de funcionar.

Más bien esto último sería aplicable a un texto científico duro, en el cual incluso se prefiere algún tipo de lenguaje simbólico otro para eludir precisamente cualquier cancheriada teórica de cualquier mamarracho que venga a correrlos con la vaina de la ficción y del lenguaje en sí.

El lenguaje es complejo, poroso, mestizo, harían bien en desconfiar de él los historiadores, y también los periodistas, los psicólogos, los sociólogos, pero sobre todo nosotros, que no leemos lenguajes simbólicos, apenas sospechamos su existencia, leemos mas bien el liso y llano, el de la ficción y el de la truchada y el de la mentira.

Vayámonos con la promesa de ahondar en otra oportunidad, y con esta afirmación, antigua: digamos que una vez, toda la Verdad con mayúscula de los griegos (la convencional, la histórica, la que cambia con cada época, con cada episteme) esa Verdad se estremeció con una sola afirmación “ miento”. “Hablo”

Poniendo a prueba toda la ficción moderna, poniendo blanco sobre negro que la sinceridad del griego al afirmar Miento, es comprometida por el contenido de la afirmación, es decir, se puede estar mintiendo al hablar de la mentira.

Todo esto, mas largo seguramente, es más que un problema lógico insuperable, que lo es, sino la consecuencia de un hecho puro, simple, practico y que conviene no olvidar para deslindar mentiras y verdades: el sujeto hablante es el mismo que aquél del que se habla.

Y allí, es muy tranquilizadora la afirmación Hablo, ya que uno dice hablo y uno mismo empieza allí mismo a hablar, y es lisito, uno habla.....
Diferente es decir miento, allí, uno, esta paradito justamente en un vacío.

Aquí decimos, entonces, este es un programa de ficción.

Bienvenidos.

DL

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