9.2.12

Recuperar la Lengua ( no solo es una Ley)


A la nosotros no nos gusta cuando en ficción _para no abundar acerca de la pobreza del lenguaje televisivo_ alguien que pretende contar algo acerca del ámbito social de lo que “está al margen” por lo menos del circuito económico-simbólico habitual, nos habla desde el lugar, desde el “como si”, de un compañero que vive en un asentamiento, al costado del camino, digamos un "villero" para usar un término más bien de radio 10, utilizando lo que quién cuenta cree que sería el lenguaje habitual de quién es relatado.

Sostenemos firmemente que si bien es solo un ejercicio narrativo, una posibilidad, un recurso, para hablar acerca de un compañero nada mejor que lo cuenten en el lenguaje mismo del que escribe o relata.

Es una época de batallar por la palabra.

Ciertamente, la lucha actual está rigurosamente trazada por lo político, y más aún, dentro de una lucha por la autonomía del lenguaje.

Es verdad que más allá de una elección estética, preferimos que la lengua se despliegue en toda su riqueza, entendida ésta para cada quién y en cada lugar. En todo caso, la politización real está en cómo circula y dónde.

De todas las batallas que se libran en la sociedad en estos días, no es para nada menor la de la autonomía y liberación de la subjetividad. Hay una política de la lengua popular, que si bien no puede ser legislada, se puede situar en ese escalón, en ese umbral de disputa. Un debate paralelo a los beneficios que puede y deberá traer la discusión democratizadora de la ley de medios, es el del lugar que tenemos que comprometernos a darnos en el orden puro de la lengua.

Un modo de aprovechar momentos politizados y de ebullición en el marco del lenguaje debería trascender el marco legal (indispensable, naturalmente) de una democratización legislativa.

Debería ser tarea, y depende de quienes usemos la lengua en cualquier ámbito, no solo reproducir más de lo mismo pero en diferentes foros, sino producirla de manera novedosa y de todos, con el enriquecimiento propio que una lengua adquiere a partir de la materialidad histórica de su acervo popular.

Defender con la misma energía la posibilidad de utilizarla afirmativamente y siempre en un intento de superación, enriqueciendo, creando para mejorar.

En todos los ámbitos en los que las organizaciones populares están dando la batalla, la palabra que los describe también se pone en guardia. Deberíamos buscar desde cualquier lugar que nos competa, la manera de restituir en la lengua el casillero libre y soberano que cada uno de nosotros, como integrantes del campo nacional y popular, tenemos. Deberíamos insistir en propugnar, alentar y experimentar para darle el lugar que nuestra palabra ha tenido siempre entre nosotros y al margen de las palabras oficiales a pesar de los impedimentos y de la exclusión cultural que construyeron los monopolios de lo berreta.

No nos inundaron solo de Tinelli, Legrand y Gímenez, sino que no dejaron espacio para nada más.

El estado deliberativo y de lucha en el que nos encontramos debe aprovecharse de los beneficios que se derivarán si la ley de medios es bien utilizada y extendida. El desafío será reponer nuestra elegancia a esa palabra en disputa. La politización de la sociedad abrió un hueco para que se asome lo popular, que no es nada berreta.

Efectos es un detalle. Ubiquemos el detalle donde va. Un espacio donde poner una palabra y no nos dejemos llevar por el ruido sordo de la pelea leguleya sin más: allí donde hay lenguaje, tenemos que imponer nuestra riqueza. Probablemente el desafío sea utilizar la palabra con la eficacia que el momento exige.

Hay que poner un uso de la lengua en juego. Esto es, hay que ponerle el nombre, darle significados fuertes y, probablemente, ser mejores.

Daniel Lago


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno dany.consiso.contindente.grafico. ala distacia marce