16.10.08

Tristeza, a veces

Triste.

Arrancar triste sin estarlo es hacerlo ficción, y sabemos que ficción no es irreal.

El trabajo en dirección a un estado previo, recordándolo, inventándolo pues, nos vuelve a él, o nos empuja lejos.

¿Por qué no estando alegre recuerdo haberme alegrado, y no estando triste recuerdo mi tristeza pasada?

Según nos vaya en la feria.

La alegría es la cara opuesta, o mas bien lo feliz…váyase a saber. Sin embargo lo que me asaltó ahora, recién, es más bien la Acidia.

Fisonomías, tristezas, estéticas.

La acidia

Nombrando así a uno de los devaluados pecados capitales, más bien conocido como Pereza. Sin embargo Acidia es una sofisticación, edad media, edad oscura, pero a su modo sofisticada para construir constricciones éticas al servicio de un poder, divino, pero de un poder.

Hoy la pereza se ha devaluado en tanto mortandad capital, y en tanto pecado, y la acidia su acepción medieval ah dejado de tallar, sin embargo, viendo unos ojos a los que llamo tristes, me viene en presencia la vieja, aquella, la medieval Acidia.

La tristeza simple (no digo fácil), la de hierro, la provocada por un hecho de manifestaciones contundentes, concretas, irreversibles, no resisten desmenuces ni siquiera metafísicos. Pero la pereza a la vieja usanza, la Acidia, era mas bien una tristeza del animo, inconmensurable.

Tristeza de ánimo, así, literalmente.

Cuántas veces ese aire, ese tono melancólico traído por una música, por un olor, por una factura _ a lo Proust_ o, mas bien por nada, llamando nada aquí a algo mas complejo que la falta de materia.

Nada

Nada contable, decible, más bien sólo relatos de recuerdos, ficciones tal vez, como diría cualquier teórico literario con gesto de decir algo interesante, siendo más bien zonzo, natural que cuando uno cuenta un recuerdo no lo revive!! En buenahora tal vez!

Bien, a eso que simplificamos no asignando hechos de referencia al sentimiento, a ese asalto que nos toma de sorpresa y que vamos aprendiendo a dominar, a convivir y a negociar. A ese estado de la tristeza del espíritu por nada, esa sensación que como nadie Pessoa nos transmite en su poesía; a ese desasosiego entonces, extrañamente se lo llamaba Acidia; evidentemente ese estado lleva a una quietud, a un dejarse estar, que lleva directamente a la pereza, al menos parecía ser así en la edad media.

Entonces cuando nuestra memoria, peligrosa, ladina memoria, con avisos o sin él nos entristece así, sin más, me gusta llamarlo Acidia.

El asalto puede ser empatico: le pregunté _ y ese corte de pelo, tan cortito…te queda lindo_
La respuesta fueron dos ojos tristes.
Y, como la magdalena en el te, me ensartó una acidia trapera.

Puede evocarse una tristeza por que sí. Bien.
Más aún puede entonces sintonizarse, a veces incluso con más suerte que una radio, con la expresión de ese reflejo triste en el otro.

Fisonomías, cortes de pelo, recuerdos.

La tristeza es siempre más fuerte que la alegría, sin duda.
Bástese imaginar el momento de anoticiarse de resultar ganador de un quini seis multimillonario, y que acto seguido, en la siguiente información se nos anoticie de la muerte de alguien amado.

Recordando la alegría pasada uno apenas huele aquella escena, creo al menos; en tanto que recordando una tristeza, uno se pone triste.

Y sin recordar nada, sin las trampas del deseo que esconde toda memoria, puede sobrevenir un melancólico tinte crepuscular; si no caemos en la pereza inmediata, si aprovechamos ese aire, si no nos enamoramos, jóvenes, de ese estado oscuro, no necesariamente es infeliz ese transito.

Unos ojos tristes, un corte de pelo, un recuerdo, o pura Acidia.
Apostemos a recorrer nuestros oscuros espacios sin religión, ya que sabemos que en las grietas esta Dios que acecha.

Bienvenidos.
DL