24.6.09

Una especie de amor


Interrogar nuevamente los postulados y las familiaridades admitidas es una especie de premisa que quizá, nunca tengo del todo claro de que libro ni cuándo, ha sido extraída de Foucault, un autor.

Hay especialistas, gente que estudia y conoce perfectamente escritores, filósofos, y obras y se abocan a continuarla y divulgarlas; habría que ver si esos autores le han dicho algo al oído a estos estudiosos que les dedican tanto tiempo.

Y hay, también, quienes no recordamos con exactitud, ni somos tan arduos conocedores, a menos, que nos valgamos del artilugio de la cita con comillas, cita de machete; no nos pidan hojas enteras y magníficos párrafos con precisión, no. Más bien nos acordamos de un detalle, de unas líneas; de una simpatía, de una amistad, de un amor.

Relaciones moleculares del cerebro que nacen de entre las líneas de un libro, entre los silencios de una música, en los entretelones de una obra, en una voz, de lo molecular, diría Deleuze, que hay de nosotros en la obra, en el libro, en la música.

No estamos aquí discurriendo en cuanto al tema del autor, su existencia y su función, estamos lejos de la textualidad, estamos proponiendo una especie de amor.

A mí, hay autores, músicos, filósofos, escritores que me hablaron al oído; a quienes he conocido de un modo misterioso, de ultra mundo.

Tipos con quienes he sostenido largas conversaciones, por años, y quienes me han contradicho, y hasta quienes me han retirado la palabra.

Sí, hay quienes ya no me hablan, ya no me dicen nada.

A otros no les recuerdo la voz, sé que hablaron, pero no se cómo.

Tengo, por cierto, otros a los que no puedo acallar, vociferan, lo que dicen, ya no tiene sentido ni gracia para este que soy ahora, pero su voz sigue sonando.

Podría seguir con el catalogo, pero no es el objeto, creo, que persigo hoy. Veremos.

Hay algo dentro de los libros, dentro de ciertas voces y de ciertas músicas, que nos conversan, que nos pertenecen de tal modo que nos encontramos allí dentro.
Hasta con lo que no sabíamos de nosotros, nos lo encontramos allí dentro, en esos libros, en esas músicas, en esa Voz.

Y sí, es inquietante.

Nunca le pasó?

Creo que nada parece más triste en los muchachos con la vaca atada, es decir, de aquellos a quienes les da el cuero, y la inteligencia, y las condiciones de posibilidad, nada es más triste que envejezcan sin haber encontrado los libros para amar, los libros que uno ama.

Creo que es también Deleuze quien decía que puede uno observar cierto intelectual amargo, amargado, aquél que se venga de los autores por no haber sabido encontrar a aquellos que amaba, por no haber podido encontrar que esa voz le hable a él, y ese aire de superioridad que tienen, hasta en el tono, les vino a fuerza de ser tontamente sordos a esa voz, a esa molécula de sí, que está en las líneas de los autores que amamos.

Borges decía algo así como que el hecho artístico, la lectura, la aparición de esa voz a la cual intento referirme, se da en el encuentro del autor y el lector, en el encuentro de uno dispuesto a leer, y el libro indicado, no antes ni después, y en independencia, naturalmente, de cualquier temporalidad.

Un libro nos espera

A decir verdad, y volviendo a los autores, podemos extendernos y decir que en última instancia hay que tener relación solamente con lo que se ama.

Amar

Parece natural, transparente, pero, quién sabe, no?

Tal vez hay que aprender

Es probable que a amar también se aprenda

_escucho ahora lejos, la voz de Nietzsche_

También escuchar música requiere de un proceso, se aprende.

Esta clarito que es un proceso y que se avanza.

Se aprende a oír, a distinguir una figura y un motivo, aislarla y delimitarla, como a una vida por sí misma; luego se requiere esfuerzo y buena voluntad para tolerarla a pesar de su extrañeza, paciencia frente a su mirada y expresión, practicar la generosidad frente a lo sorprendente que hay en ella...finalmente, de vuelta en la música , sin embargo es fácil extrapolar aquí, llega un instante en que estamos habituados a ella, y presentimos lejanamente que nos haría falta si faltase....

y luego ejerce más y más su hechizo y no para hasta que nos hemos convertido en su humilde y arrobado AMANTE....

Y uno la ama.

Hay autores que nos hablan y los amamos; hay músicas que nos enseñan un lenguaje nuevo, y las amamos; hay cantores que nos cantan a nosotros, y los amamos.

Tal vez sea precisamente así como amamos a todas las cosas que amamos, aprendiendo.

Aprendemos a amar

Pareciera ser que seremos recompensados por nuestra buena voluntad, nuestra paciencia, nuestra equidad, nuestra dulzura frente a lo extraño, y más cuando lo extraño se despoja lentamente de su velo y se muestra como una nueva e indecible belleza, tal vez sea solo en agradecimiento por nuestra hospitalidad generosa.

También aquellas voces que nos hablan de esos autores a los que a veces comprendemos a veces no, hasta que aprendemos, comienza en un balbuceo monocorde, sucio, un susurro.

Hasta que se convierte en voz.

Como en el caso del amor, el pedestre el necesario, al que nos arrimamos, cuando alguien, paciente, nos lo enseña.

_Puedo escuchar el murmullo de Bárbara, convirtiéndose en voz con Géronimo_

También el amor se aprende, es preciso, en última instancia, tener relación solamente con lo que amamos.

Simplemente me canta, ahora, el tipo al oído: si no hay amor, no vas a regatear.

Bienvenidos

DL

Apariencias


Apariencias, engaños, truchadas; puesta en escena, pero, o también, ficción.

_Tal escalera en el palacio tal de Bombay no existe Borges, discúlpeme no existe, y no sabe cuánto me desagradó descubrir esa mentira..... _

Borges la cita, solamente para agregarle “mentiras, qué manera enfática de llamar a la ficción.....
Inclusive podemos suponer que aquel encuentro con aquel señor y aquella referencia, también sean mentira, en el sentido enfático, el de quién desprecia lo trucho.

Inexactitud tal vez, tal vez muchas de esas cosas a las que llamamos verdades, pura convención! solamente sean caprichos.
Varias verdades inexactas, sesgadas, embellecidas tal vez por un recuerdo, en este caso la escalera, que quedó grabada por allí, en algún lugar del olvido, y a la hora de contar algo que importe sea agregada a un palacio otro.....inexacto, tal vez.

Pero tanto como para que sea mentira?

Dos verdades, extrapoladas, dan una mentira, sin embargo, según en que contexto.
Siempre será el contexto el que deslinde.

En un discurso con pretensiones de objetividad, o en uno en el cual, el lugar de circulación del mismo y los sujetos que lo hacen circular, y consumen, le otorgan esa calidad, o lo invisten de verdad, en el sentido de:_ esto que se dice aquí es cierto_ , e incluso, más aun, se refieren directamente al yo lo he visto señor! como prueba necesaria y suficiente y absolutamente falsable en esa memoria de hiero....sin estrías, lisa, pura, sin escaleras desubicadas.

Pero hay ficción.

Huyamos rápidamente de los Hombres sensibles de mataderos, flores o dónde sea, y también y al mismo tiempo de los refutadotes de leyenda, más bien de barrios al norte de la ciudad, esto es, corrámonos del negro Dolina, para él, solo alabanzas y pleitesías. Sin doctrina, pura admiración.

Pero, salgamos rápidamente de esa dicotomía.

Hay ficción muy claramente en un relato, en lo investido de literario, hay allí, sí, una suspensión de la incredulidad en pos de encontrar algún placer estético, intelectual y hasta erótico.

Allí estamos inmersos quienes entramos en una perpetua admisión de idas y vueltas entre lo verdadero y lo imaginativo o fantástico, no necesariamente con exclusividad en lo literario.

Entonces, bien, hay ficción si los cancerberos de la Verdad te lo permiten_ allí sí_, nos dicen, y hay una cancha dibujada institucionalmente por los suplementos de cultura, y la academia, y otro tipo de prejuicios.

O no nos dice nadie nada, simplemente existe esa cancha.

Pero hay ámbitos, también históricos, institucionales, cambiantes pues, en los que algo que allí se diga se inviste de Verdad, el periódico, algunos programas de televisión y algunos libros.


No haremos aquí, hoy al menos, una historia de las marcaciones de canchas ni de cuales son los ordenes de los discursos.

Simplemente rodeamos el tema, ligeritos, inexactos, para arribar a una zona mestiza, de mezcla, impura....

Nos gusta lo mezcladito, el mestizaje.

Una zona bien porosa, de mucho intercambio, es el ensayo.

Hay ficción en un ensayo?

Hay verdad en un ensayo?

Tal vez esa escalera ausente formaba parte de un ensayo, y no de un cuento, entonces, es una mentira? O sigue siendo una ficción?

Y toda esta voltereta nos trae, nuevamente, a nuestra trama preferida, el lenguaje.

Hay lenguaje, hay estrías, hay ficción.

Y Hay mentiras! Naturalmente, pero esas no tienen que ver con lenguajes, si no, mas bien, con los sujetos que sostienen a los lenguajes, quienes sostienen a los discursos.

Pero, en el periódico, en el Clarín por ejemplo, se puede separar de alguna manera una inexactitud, una ficción; de la mala fe, de la mentira intencionada?

Podríamos hacerlo?

En un libro de historia, que circula entre los lectores de historia (cuánto mas serios peor!!!!!!) como verdades con mayúsculas o bien como la búsqueda de aquellas, sería sospechable hablar cómodamente de las ficciones.... inclusive sería dificultoso nada más que con argucias teóricas, o con paradojas en el nivel interno al lenguaje y su modo de funcionar.

Más bien esto último sería aplicable a un texto científico duro, en el cual incluso se prefiere algún tipo de lenguaje simbólico otro para eludir precisamente cualquier cancheriada teórica de cualquier mamarracho que venga a correrlos con la vaina de la ficción y del lenguaje en sí.

El lenguaje es complejo, poroso, mestizo, harían bien en desconfiar de él los historiadores, y también los periodistas, los psicólogos, los sociólogos, pero sobre todo nosotros, que no leemos lenguajes simbólicos, apenas sospechamos su existencia, leemos mas bien el liso y llano, el de la ficción y el de la truchada y el de la mentira.

Vayámonos con la promesa de ahondar en otra oportunidad, y con esta afirmación, antigua: digamos que una vez, toda la Verdad con mayúscula de los griegos (la convencional, la histórica, la que cambia con cada época, con cada episteme) esa Verdad se estremeció con una sola afirmación “ miento”. “Hablo”

Poniendo a prueba toda la ficción moderna, poniendo blanco sobre negro que la sinceridad del griego al afirmar Miento, es comprometida por el contenido de la afirmación, es decir, se puede estar mintiendo al hablar de la mentira.

Todo esto, mas largo seguramente, es más que un problema lógico insuperable, que lo es, sino la consecuencia de un hecho puro, simple, practico y que conviene no olvidar para deslindar mentiras y verdades: el sujeto hablante es el mismo que aquél del que se habla.

Y allí, es muy tranquilizadora la afirmación Hablo, ya que uno dice hablo y uno mismo empieza allí mismo a hablar, y es lisito, uno habla.....
Diferente es decir miento, allí, uno, esta paradito justamente en un vacío.

Aquí decimos, entonces, este es un programa de ficción.

Bienvenidos.

DL